Venezuela, tierra de contrastes geográficos y una biodiversidad que deslumbra, se encuentra ante una encrucijada crucial en su modelo de desarrollo. En un planeta que clama por alternativas sostenibles, el ecoturismo emerge no solo como una tendencia global, sino como una necesidad imperante y una oportunidad dorada para la nación. Así lo vislumbra Antonio Pestana Drumond, un visionario con más de dos décadas dedicado a posicionar esta actividad como el presente y futuro del país, liderando iniciativas como EcoAlianza y la Asociación Venezolana de Ecoturismo y Sostenibilidad.

Sus palabras resuenan con la urgencia de un tiempo que ha evidenciado la fragilidad del turismo masivo. La pandemia, como un punto de inflexión global, reveló la caducidad de un modelo que a menudo prioriza la cantidad sobre la calidad y la sostenibilidad. En este nuevo escenario post-COVID, el ecoturismo se alza como un cambio de valor crítico, una brújula que orienta hacia una relación más armónica entre el ser humano y su entorno natural.

Venezuela, con su vasta riqueza natural y la asombrosa diversidad de sus paisajes, ostenta un potencial inigualable para convertirse en el "El Dorado del ecoturismo", como acertadamente la describe Pestana. Desde las imponentes cumbres andinas hasta la misteriosa selva amazónica, pasando por las playas caribeñas y los extensos llanos, el país alberga un abanico de ecosistemas que invitan a la exploración responsable y al disfrute consciente.

La campaña "Petróleo verde, sembrando el futuro", impulsada desde 2014, representa un llamado de atención oportuno. En el centenario del inicio de la explotación petrolera en Venezuela, Pestana y su equipo buscan inculcar en la conciencia colectiva la imperiosa necesidad de transitar hacia un modelo económico menos dependiente de los hidrocarburos y con un menor impacto ecológico. La firma del acuerdo en las Naciones Unidas en 2013 para promover el ecoturismo y la adhesión a la Agenda 2030 son hitos importantes, pero, como señala el experto, la implementación efectiva aún parece navegar en aguas poco profundas. Es crucial renovar esos votos y avanzar con acciones concretas, aprovechando incluso la Oficina de la ONU enfocada en el tema, radicada en la vecina Brasil.

Es alentador observar cómo el ecoturismo expande sus fronteras más allá de los entornos naturales prístinos, cobrando fuerza en las ciudades. La preservación del patrimonio urbano, con su riqueza cultural e histórica, se erige como un nuevo frente para esta actividad. El ejemplo de metrópolis como San Pablo, Villavicencio, Buenos Aires y Ciudad de México, volcándose hacia un "ecoturismo urbano", demuestra la versatilidad y el potencial de esta visión integral.

Sin embargo, el camino hacia la consolidación del ecoturismo no está exento de desafíos. Pestana advierte con lucidez sobre los riesgos inherentes a una actividad mal gestionada: la explotación de recursos naturales, los incendios, la tala, la deforestación e incluso la agricultura no planificada pueden socavar los pilares mismos del ecoturismo.

De allí la crucial importancia de la profesionalización del sector. El ecoturismo no puede ser abordado por improvisados. Requiere especialistas con un profundo conocimiento de las áreas específicas donde operan, capaces de equilibrar la actividad turística con la conservación del entorno. La formación educativa en todos los niveles, desde la base hasta la educación superior, se convierte en una prioridad nacional para garantizar la sostenibilidad a largo plazo.

Como bien apunta Pestana, el ecoturismo trasciende una única disciplina. Ingenieros, arquitectos, docentes, especialistas en mercadeo y profesionales de diversas áreas tienen un rol fundamental que desempeñar. La meta es ambiciosa pero necesaria: equilibrar la economía con la ecología, entendiendo el ecoturismo no solo como una actividad económica, sino como una filosofía de vida y una forma de gestión responsable.

La potencialidad de Venezuela para ascender al top 10 de países en ecoturismo a nivel mundial es innegable. La Amazonía, reconocida por revistas como Forbes como un destino de altísima proyección, es un activo invaluable. Sin embargo, la posesión del "producto" no garantiza el éxito. Se requiere un trabajo articulado y consistente, tanto a nivel gubernamental como desde la empresa privada, para desarrollar una infraestructura adecuada, promover la formación especializada, garantizar la seguridad jurídica y llevar a cabo una promoción efectiva a nivel internacional.

En definitiva, el ecoturismo en Venezuela se presenta como un reto que exige planificación, inversión y compromiso. Pero, fundamentalmente, se erige como una oportunidad trascendental para diversificar la economía, generar empleo de calidad, conservar su invaluable patrimonio natural y cultural, y proyectar una imagen positiva a nivel global. El momento de actuar es ahora, sembrando las semillas de un futuro más verde y próspero para las generaciones venideras.

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